"La ley de la vida"
Aunque no veía desde hacía mucho tiempo, todavía tenía el oído muy fino. En el campo, cada ruido le decía algo: el crujir de las hojas, el viento que movía los árboles, los pasos de algún animal por ahí.
El viejo pensó en los años en que salía a cazar. Se acordó de un ciervo enorme que había seguido durante horas. Era fuerte, pero al final, se rindió. “Así es la vida”, pensó en ese momento. Todo en la naturaleza funciona igual: uno puede ser fuerte, pero tarde o temprano todo termina.
Ahora, parado al lado del arroyo, sentía que esa ley también estaba con él. Ya no tenía fuerzas para correr ni para cazar. Pero no se puso triste, solo aceptó que era parte del ciclo. Así es la vida: todo sigue adelante, aunque uno no pueda.
De repente, pasó un chico del pueblo corriendo con un palo en la mano y un perro saltando atrás. El viejo lo miró y sonrió un poco. Entendió que, aunque uno se haga viejo, siempre hay alguien más joven listo para seguir adelante.
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